A estas alturas, la laguna El Perol, ubicada dentro de la concesión minera del Proyecto minero Conga, de Yanacocha, se está convirtiendo en un icono de la resistencia social y ecológica en el Perú y el mundo, en buena cuenta por la solidaridad y la velocidad con que la información llega a todas partes.
¿Cuándo un cerro se convierte en un Apu, y cuándo una laguna se convierte en una Cocha? Cuando los habitantes que han convivido con esa naturaleza lo deciden. ¿Alguien se atrevería a secar o “trasvasar” el lago Titicaca o el río Amazonas? Claro que no. Quizá tengan serios problemas de contaminación y deforestación por actividades humanas, pero igual siguen siendo entidades intangibles, por su importancia para las sociedades que las rodean.
Declarar a la laguna El Perol como patrimonio ecológico de la humanidad sería una buena forma de protegerla. No sólo por ser parte de un ciclo hidrológico de comprobada importancia, sino por formar parte del sentido vital y real maravilloso del hombre andino, por ser la mamá cocha, una entidad viva. Algo de lo que el ex presidente García se reiría a carcajadas, obviamente.
Convertir lagunas en profundos tajos abiertos, o utilizarlas como depósitos de toneladas de desmonte sería un duro golpe a la identidad de cualquier grupo humano.
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