El columnista del diario La República, Raúl Tola, escribió un artículo en el que comenta que la minería en nuestro país tiene una “perversa fama” debido a casos emblemáticos en nuestra historia y en la actualidad.
Por esta razón, Tola hace una sugerencia de apresurar el diálogo con los pobladores de Cajamarca por el caso del proyecto Conga y señala que “es impostergable integrar nuestra legislación minera y adecuarla a los estándares internacionales vigentes, retirar la factura de los estudios de impacto ambiental al MEM y entregársela al del Ambiente” entre otras.
‘El parteaguas de Conga‘ por Raúl Tola en el diario La República:
Fuente: LaMulaRepasar la historia de la minería en el Perú es un ejercicio triste. Desde la época de la colonia, donde los nativos eran esclavizados en Potosí, Cerro de Pasco o Castrovirreina a través del sistema de la mita, para extraer oro, plata y mercurio con las manos, pasando por la explotación del salitre que generó las tensiones que desencadenaron la guerra con Chile, hasta el monopolio de Minero Perú −creado por el gobierno militar de Juan Velasco, y responsable de los peores pasivos medioambientales de nuestra historia−, la actividad extractiva se ha hecho merecedora de una perversa fama que la persigue hasta nuestros días.En los últimos años, las grandes mineras han hecho enormes esfuerzos por revertir esa imagen. Contra ellos han conspirado lamentables catástrofes como el derrame de mercurio en Choropampa el año 2000, que causó el envenenamiento de 1.200 comuneros, pero también la indiferencia y los flagrantes abusos cometidos por algunas de las empresas más significativas y poderosas. El caso emblemático es Doe Run, que además de insuflar plomo en el aire de La Oroya, y por tanto en los pulmones de sus pobladores, ha abusado una y otra vez de las facilidades y excepciones ofrecidas por los subsecuentes gobiernos, y hasta hoy se muestra incapaz de ajustarse a los presupuestos del Programa de Adecuación y Manejo Ambiental. Esto por no mencionar denuncias como las que afrontó Shougang por los reiterados atropellos a los derechos de sus trabajadores. El panorama se enreda aún más cuando agregamos otro factor: la minería informal, que atenta contra la propiedad privada, depreda el medio ambiente y corrompe funcionarios.No dudo de que detrás de la movilización contra el proyecto Conga de la minera Yanacocha, que paraliza parcialmente Cajamarca, hay móviles políticos. Las dinámicas sociales que generan protestas como esta son complejas y nunca faltan los políticos advenedizos y los radicales que se aprovechan de ellas. Pero también es cierto que las preocupaciones que genera la minería en el Perú son legítimas, y tienen asidero.En vez de demonizar a los manifestantes, al gobierno corresponde actuar con inteligencia en Cajamarca, dando prioridad al diálogo y acelerando las medidas correctivas de un problema engendrado hace décadas. Es impostergable integrar nuestra legislación minera y adecuarla a los estándares internacionales vigentes, retirar la factura de los estudios de impacto ambiental al MEM y entregársela al del Ambiente, contribuir con asesoría técnica para mejorar el gasto público de las regiones y considerar, como se ha planteado, un bono familiar o individual que traslade sin demoras los recursos a la población. La minería formal y responsable es esencial para el progreso del país, y en Conga se juega una pulseada que puede definir nuestro desarrollo de cara al futuro.
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