"Estamos como una población descabezada", explica el sacerdote Antonio Sáenz, párroco de Nuestra Señora del Carmen en Celendín, donde viven sin gobernador ni alcalde provincial y, además, en estado de emergencia luego de las muertes del 3 de julio, causadas por disparos del Ejército. Asediados por las balas y gas pimienta, algunos ciudadanos se refugiaron cuatro horas en la iglesia y solo pudieron salir cuando la Defensoría del Pueblo llegó al lugar y conversó con la policía.
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