Por: Rocio Silva Santisteban
Durante los primeros minutos del discurso presidencial un grupo de ciudadanos en Celendín, Cajamarca, sacó a la plaza de armas un televisor grande para poder escuchar y ver el mensaje, uno de los más esperados desde ese lejano lugar de Lima, sobre todo, por la esperanza de que Ollanta Humala se refiera de alguna manera a los cuatro shilicos muertos bajo las balas Galil del Ejército Peruano durante la jornada de protesta y violencia de hace un mes. Los shilicos esperaban que el presidente detenga de una vez la violencia desatada y haga un mea culpa por Joselito, Faustino, José Antonio y sobre todo por César, el chiquillo de 16 años, que cayó sobre la pista con el cráneo destrozado.
Cuando aún el Congreso no había recibido la presencia ni de la primera dama ni de los ministros, en Celendín un grupo de policías confiscó el televisor, lo introdujo en una bodega, mientras un joven periodista y estudiante de ingeniería ambiental tomaba fotos y grababa un video. Los policías lo grabaron también a él, pero quisieron quitarle su cámara, él se resistió y entonces uno le tiró una patada, lo redujo violentamente, lo “retuvieron” en una camioneta, lo llevaron a la comisaría donde le volvieron a pegar, y posteriormente lo trasladaron a Cajamarca, a tres horas y media, donde lo retuvieron por ocho horas más. ¿Cuál fue su delito? Intentar grabar un hecho noticioso. ¿Qué dijeron los grandes medios de comunicación? No sé. Creo que nada.
Ese periodista de provincia lejana, estudiante, cachueleando hasta en 28 de julio, de 22 años, delgado, tranquilo, con lentes de nerd, y como dicen en Cajamarca de aspecto guañulingo, se llama Jorge Chávez Ortiz y es lo suficientemente joven y osado como para no importarle nada excepto el objetivo principal de su lucha: detener el proyecto minero que golpeará indefectiblemente el medio ambiente donde vive. No es objetivo, porque como lo sabemos muchos, eso de la objetividad periodística que nos restriegan los grandes medios es apenas una excusa para pasarse al lado de los más poderosos disimuladamente. Este Jorge Chávez lo que hace es tratar de difundir imágenes que capta con su lente ciudadano y que generalmente no se retransmiten por los canales ni de señal abierta ni de cable. Como Alan L (Ybrahim Luna) o los anónimos autores de Celendín Libre, o como Jorge Pereyra o Lalo Valera desde la televisión local cajamarquina, se trata de periodistas que defienden una independencia que solo les otorga pobreza, pero reconocimiento. Pobreza pero libertad. Pobreza pero dignidad. Por eso detuvieron a Jorge Chávez o cercaron el canal de TV donde transmitía Lalo Valera el 3 de julio. Es increíble el poder de un periodismo valiente: desde Lima tenemos tanto que aprender.
Cuando aún el Congreso no había recibido la presencia ni de la primera dama ni de los ministros, en Celendín un grupo de policías confiscó el televisor, lo introdujo en una bodega, mientras un joven periodista y estudiante de ingeniería ambiental tomaba fotos y grababa un video. Los policías lo grabaron también a él, pero quisieron quitarle su cámara, él se resistió y entonces uno le tiró una patada, lo redujo violentamente, lo “retuvieron” en una camioneta, lo llevaron a la comisaría donde le volvieron a pegar, y posteriormente lo trasladaron a Cajamarca, a tres horas y media, donde lo retuvieron por ocho horas más. ¿Cuál fue su delito? Intentar grabar un hecho noticioso. ¿Qué dijeron los grandes medios de comunicación? No sé. Creo que nada.
Ese periodista de provincia lejana, estudiante, cachueleando hasta en 28 de julio, de 22 años, delgado, tranquilo, con lentes de nerd, y como dicen en Cajamarca de aspecto guañulingo, se llama Jorge Chávez Ortiz y es lo suficientemente joven y osado como para no importarle nada excepto el objetivo principal de su lucha: detener el proyecto minero que golpeará indefectiblemente el medio ambiente donde vive. No es objetivo, porque como lo sabemos muchos, eso de la objetividad periodística que nos restriegan los grandes medios es apenas una excusa para pasarse al lado de los más poderosos disimuladamente. Este Jorge Chávez lo que hace es tratar de difundir imágenes que capta con su lente ciudadano y que generalmente no se retransmiten por los canales ni de señal abierta ni de cable. Como Alan L (Ybrahim Luna) o los anónimos autores de Celendín Libre, o como Jorge Pereyra o Lalo Valera desde la televisión local cajamarquina, se trata de periodistas que defienden una independencia que solo les otorga pobreza, pero reconocimiento. Pobreza pero libertad. Pobreza pero dignidad. Por eso detuvieron a Jorge Chávez o cercaron el canal de TV donde transmitía Lalo Valera el 3 de julio. Es increíble el poder de un periodismo valiente: desde Lima tenemos tanto que aprender.
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