Por: Alfredo Pita - Escritor, poeta y periodista Celendino
El último día del año que termina
Se va veloz como las nubes
Que en vano intentan impedir
Que el sol bañe los cerros
De Cajamarca al final de la tarde.
Nos queda un sentimiento extraño
Que palpamos casi sin creerlo:
El de no haber cedido terreno
El de haber contenido y rechazado
A los codiciosos y sus cómplices.
Pero también tenemos la certeza
De que algo oscuro se incuba
Más allá del horizonte incendiado
De que otra batalla está por darse
De que el monstruo sigue vivo.
La bestia que come oro y sangre
Detrás de nuestras montañas
Espera nuestro desaliento
Que caigamos en la desesperanza
Fatigados por sus artimañas.
Algo sagrado ha crecido sin embargo
En los ojos de los niños y en su risa
En nuestros pechos y mentes:
La dignidad, el respeto por nosotros mismos
La conciencia de nuestra fuerza.
31.12.2012
El último día del año que termina
Se va veloz como las nubes
Que en vano intentan impedir
Que el sol bañe los cerros
De Cajamarca al final de la tarde.
Nos queda un sentimiento extraño
Que palpamos casi sin creerlo:
El de no haber cedido terreno
El de haber contenido y rechazado
A los codiciosos y sus cómplices.
Pero también tenemos la certeza
De que algo oscuro se incuba
Más allá del horizonte incendiado
De que otra batalla está por darse
De que el monstruo sigue vivo.
La bestia que come oro y sangre
Detrás de nuestras montañas
Espera nuestro desaliento
Que caigamos en la desesperanza
Fatigados por sus artimañas.
Algo sagrado ha crecido sin embargo
En los ojos de los niños y en su risa
En nuestros pechos y mentes:
La dignidad, el respeto por nosotros mismos
La conciencia de nuestra fuerza.
31.12.2012
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