24 octubre, 2014

Cajamarca: Máxima Acuña, heroína ambiental


 Por: Elena Chavez Goycochea

Cómo una mujer enfrentada al poder de una gran empresa se ha convertido en un símbolo para los cajamarquinos, y para todos los que luchan por defender el ambiente.

Más de medio millón de personas se movilizaron el domingo 21 de setiembre en el marco de la Cumbre sobre el Clima 2014 organizado por las Naciones Unidas (UN). El mar humano inundó las calles de Nueva York para demandar a los gobiernos acciones urgentes para frenar el cambio climático. En su seno, la delegación peruana llevaba como estandarte la imagen de una mujer, retratada puño en alto, sonriendo bajo el gran ala de su sombrero. Una mujer cajamarquina, llamada Maxima Acuña. Esta es su historia.
DAVID VS. GOLIAT

El 2011 fue para Máxima Acuña el año del inicio de una batalla desigual contra la poderosa minera Yanacocha, que intenta tomar control de sus terrenos, desconociendo, alega Acuña, el certificado en que consta que ella adquirió la propiedad a la comunidad de Sorocucho. Estas tierras, en las que ella vive y trabaja con su familia desde 1994, son aledañas a la Laguna Azul, lugar implicado en el mega proyecto minero Conga. La historia previa es que la empresa quiso comprar y Máxima no quiso vender.

La negativa de Acuña derivó en violencia. En eventos que no han sido satisfactoriamente explicados por las autoridades peruanas, Máxima y su familia han sido atacados por policías de DINOES en varias ocasiones, las más garves en mayo y en agosto de 2011. Hubo quemas, destrozos; operarios ingresaron maquinaria a sus terrenos, sus hijos fueron golpeados. Pero ella no soportó en silencio el abuso. Pronto se generó una cadena solidaria con los ronderos que se oponían al proyecto Conga y se logró que en Lima algunos medios hablaran sobre el ataque que sufrió, captando la atención de la ciudadanía y las organizaciones defensoras de los derechos humanos y el ambiente.

En 2012, la minera acuso a Máxima de “ocupación ilegal/usurpación”, un juez de Celendín dictó tres años de prisión y el pago de 200 soles en compensación a Yanacocha, cuya inversión en Conga rodea los 4.800 millones de dólares. Si bien casi un año después, este veredicto fue anulado, la empresa ha insistido, y hoy se espera que una corte local resuelva la apelación de la última sentencia desfavorable a la familia de Máxima, que les condena a ocho meses de prisión, una reparación civil de 5 500 soles y el abandono de su predio.

EN DEFENSA DE LAS LAGUNAS


Pese al continuo hostigamiento que debe soportar, Máxima no ha cejado, y hasta ha alojado varias temporadas en sus terrenos a los "guardianes del agua", grupos de ronderos que desde 2012 se turnan vigilando las frías alturas al borde de las lagunas, en previsión de que, aún sin contar con la licencia social, Yanacocha inicie trabajos de ingeniería sobre este acuífero.

Desde entonces esta mujer, que ha sido varias veces arrestada por recibir a activistas y turistas solidarios que van a buscarla hasta su casa, ha hecho suyo el discurso de los miles de cajamarquinos que no toleran el lugar que se les quiere asignar como receptores de "las grandes inversiones" y que ven a la minería como un peligro enorme para la naturaleza:
“Puedo ser pobre...pero sé que nuestros lagos de montaña son nuestro tesoro real. De ellos puedo conseguir agua fresca y limpia para mis hijos, para mi marido y para mis animales… ¿Sin embargo, somos los que debemos sacrificar nuestra agua y nuestra tierra para que la gente de Yanacocha pueda tomar el oro de vuelta a su país? ¿Se supone que sentarse en silencio y dejar que ellos envenenen nuestra tierra y el agua?”

UNA MUJER SÍMBOLO


Lejos de ser únicamente una causa legal, el caso Máxima vs. Yanacocha está en el centro de un problema político que ha sacudido Cajamarca y el Perú en las últimas décadas: la relación entre las grandes inversiones mineras y los derechos de las familias y comunidades campesinas que no desean el desarrollo de actividades extractivas en su entorno.

Máxima y su familia se han resistido, generando a Yanacocha un tremendo problema, ya que no sólo se trata del impedimento material de proceder con las labores de remoción de tierra -la casa de la familia Chaupe-Acuña está dentro del área prevista por el proyecto minero- sino de un ejemplo molesto: una humilde familia peruana que se rebela contra un gran poder, malacostumbrado a operar sin oposición, con el dinero y la autoridad de su lado.

La lucha de Máxima ha inspirado a miles de personas. Asimismo, ha hecho visible un problema que afecta no solo a su familia, sino a todo el Perú: la falta de una ley efectiva que respalde a las familias campesinas frente a los intereses de la gran industria extractiva.

Por esas razones, Máxima Acuña es considerada una de nuestras heroínas ambientales. 

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