Por: Alvaro Durand - @alvarodurand
El cambio climático es real y los responsables somos nosotros. No lo digo yo. Lo dice el 5to Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, o IPCC por sus siglas en inglés.
Si no quieres leer las más de mil páginas escritas por más de doscientos cincuenta científicos de treinta y nueve países (y otros mil expertos que revisaron el informe antes de su publicación en setiembre de 2013), aquí te canto las principales conclusiones.
Los científicos del IPCC consideran que el 95% de la evidencia señala que el principal responsable del calentamiento global generado en los últimos sesenta años es el ser humano. Sí, tú y tus actividades contaminantes.
Los expertos también coinciden en que si no disminuimos drásticamente nuestras emisiones de CO2 (la quema de energías fósiles principalmente), la depredación de los recursos, el consumo desmedido y el mal manejo de los desechos, un aumento de dos grados centígrados en la temperatura sería inevitable hacia finales de siglo, lo que resultaría en trastornos climáticos incontrolables.
El deshielo de los casquetes polares inundaría ciudades enteras y cambiaría los ecosistemas del mundo. Especies enteras desaparecerían. Los desplazados climáticos se contarían por millones. En el nuevo escenario, las catástrofes climáticas de gran magnitud, o lo que antes llamábamos tormentas del siglo, podrían asolarnos cada veinte años. De hecho, ya hemos visto algunas. ¿O creías que el huracán Katrina o el vórtice polar que azotó Nueva York hace poco fueron eventos aislados?
El panorama para América Latina también es sombrío. El Perú, por ejemplo, a pesar de que emite menos del 1% de los gases de efecto invernadero, es el tercer país más vulnerable frente a los efectos del cambio climático. Los sectores más afectados serán la agricultura, la pesca y el turismo. Las inundaciones y sequías van a afectar negativamente la producción de maíz, papa y arroz, parte de la canasta básica familiar.
Y es que somos uno de los países con mayor diversidad biológica. Poseemos 27 de los 32 climas del mundo, 84 de las 104 zonas de vida en el planeta, el 71% de los glaciares tropicales del mundo y el segundo bosque amazónico más grande después de Brasil, entre otras riquezas ecológicas que entrelazan la economía y nuestras vidas al clima.
Sin embargo, Lima se sigue moviendo con un parque automotor obsoleto que contamina el aire con niveles de azufre que superan el 472% y continúa desaguando sus desperdicios en el mar que baña sus costas. La ciudad de La Oroya se mantiene inscrita en la penosa lista de las diez ciudades más contaminadas del planeta y en la selva la minería ilegal sigue talando bosques vírgenes y derramando mercurio, plomo y arsénico en los ríos.
Muchas empresas formales también contaminan la tierra, a sus habitantes y al agua que consumen, y luego son blindadas desde la CONFIEP y la cartera de Energía y Minas. Así funciona la vaina en el Perú.
Si no, pregúntenle a la minera Yanacocha por el derrame de mercurio en Choropampa hace quince años, o su reciente intento por secar las cabeceras de cuenca en Conga y las muertes que ya va sumando su proyecto. Preguntemos a la OXY y a Pluspetrol por lo sucedido en las cuencas de los ríos Pastaza, Corrientes y Tigre, en el norte de Loreto. Y preguntemos nuevamente a Pluspetrol por el derrame de crudo en territorio de la etnia Kokama, en el lote 8x, en pleno Parque Nacional Pacaya Samiria.
Pero también preguntemos a la candiense Pacific Rubiales cómo ha logrado detener la creación del Parque Nacional Sierra del Divisor en la frontera con el Brasil. Y al grupo Palmas, de Dionisio Romero, por las más de veinte mil hectáreas de bosques primarios que pretende arrasar en Loreto para sembrar palma aceitera en nombre del desarrollo y de los cultivos alternativos. ¿Informarán sobre las toneladas de CO2 que se liberan con la deforestación?
Preguntemos, pues, al expresidente Alan García por la demencial concesión del 70% de nuestra selva para la extracción de hidrocarburos y el cultivo de biocombustibles. La sabanización de la Amazonía a la vuelta de la esquina.
Mientras tanto, los imponentes glaciares en la cordillera retroceden y el agua en Lima ya empieza a escasear. En la costa norte la sequía y la desertificación comienzan a enterrar pueblos como San Pedro de Lloc. El verano ahora es más caliente y la piel duele si la expones mucho tiempo al sol. En el Cusco, el patrón de las lluvias ha cambiado para siempre. Durante el invierno, la helada golpea más fuerte y con mayor frecuencia. Ahora caen más huaycos, los ríos se desbordan más a menudo y hay más inundaciones. Todo está conectado.
En ese sentido, debemos implementar medidas de mitigación y de adaptación, atraer fondos financieros y de investigación, así como invertir en sistemas de información. Pero también es fundamental empezar la transición hacia energías limpias y renovables. Más allá de la energía hídrica, en Arequipa y Puno tenemos un enorme potencial para almacenar energía solar. En la costa norte y sur el viento es favorable para promover la energía eólica. Y desde Cajamarca hasta Tacna tenemos identificadas 156 fuentes de energía geotérmica.
Si el Perú tiene una oportunidad para poner estos temas en la agenda mundial, esa oportunidad única se va a dar en diciembre de este año durante la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP20), la cumbre climática que se celebrará en Lima durante dos semanas con la participación de doce mil representantes de 194 países y varias organizaciones indígenas que podrían definir el futuro del planeta.
Desgraciadamente, las señales desde el gobierno no son positivas. El jueves de la semana pasada, el mismo día en que el empeñoso Ministerio del Ambiente lanzaba la campaña “Pon de tu parte - Compromisos por el Medio Ambiente”, Eleodoro Mayorga, el nuevo ministro de Energía y Minas, nos traía de vuelta a la realidad en su primera declaración pública. El flamante ministro anunció un nuevo reglamento de hidrocarburos en el que se eliminan los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) para la sísmica petrolera, a cambio de una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), el equivalente a una simple declaración jurada. Así las cosas, parece broma que el año 2014 haya sido designado por el gobierno peruano como el Año de la Promoción de la Industria Responsable y el Compromiso Climático.
Esperemos que el presidente resuelva esta crisis teniendo en cuenta la cita histórica a la que nos han comprometido nuestros gobernantes y la catástrofe climática que finalmente ellos han ayudado a generar.
Si no quieres leer las más de mil páginas escritas por más de doscientos cincuenta científicos de treinta y nueve países (y otros mil expertos que revisaron el informe antes de su publicación en setiembre de 2013), aquí te canto las principales conclusiones.
Los científicos del IPCC consideran que el 95% de la evidencia señala que el principal responsable del calentamiento global generado en los últimos sesenta años es el ser humano. Sí, tú y tus actividades contaminantes.
Los expertos también coinciden en que si no disminuimos drásticamente nuestras emisiones de CO2 (la quema de energías fósiles principalmente), la depredación de los recursos, el consumo desmedido y el mal manejo de los desechos, un aumento de dos grados centígrados en la temperatura sería inevitable hacia finales de siglo, lo que resultaría en trastornos climáticos incontrolables.
El deshielo de los casquetes polares inundaría ciudades enteras y cambiaría los ecosistemas del mundo. Especies enteras desaparecerían. Los desplazados climáticos se contarían por millones. En el nuevo escenario, las catástrofes climáticas de gran magnitud, o lo que antes llamábamos tormentas del siglo, podrían asolarnos cada veinte años. De hecho, ya hemos visto algunas. ¿O creías que el huracán Katrina o el vórtice polar que azotó Nueva York hace poco fueron eventos aislados?
El panorama para América Latina también es sombrío. El Perú, por ejemplo, a pesar de que emite menos del 1% de los gases de efecto invernadero, es el tercer país más vulnerable frente a los efectos del cambio climático. Los sectores más afectados serán la agricultura, la pesca y el turismo. Las inundaciones y sequías van a afectar negativamente la producción de maíz, papa y arroz, parte de la canasta básica familiar.
Y es que somos uno de los países con mayor diversidad biológica. Poseemos 27 de los 32 climas del mundo, 84 de las 104 zonas de vida en el planeta, el 71% de los glaciares tropicales del mundo y el segundo bosque amazónico más grande después de Brasil, entre otras riquezas ecológicas que entrelazan la economía y nuestras vidas al clima.
Sin embargo, Lima se sigue moviendo con un parque automotor obsoleto que contamina el aire con niveles de azufre que superan el 472% y continúa desaguando sus desperdicios en el mar que baña sus costas. La ciudad de La Oroya se mantiene inscrita en la penosa lista de las diez ciudades más contaminadas del planeta y en la selva la minería ilegal sigue talando bosques vírgenes y derramando mercurio, plomo y arsénico en los ríos.
Muchas empresas formales también contaminan la tierra, a sus habitantes y al agua que consumen, y luego son blindadas desde la CONFIEP y la cartera de Energía y Minas. Así funciona la vaina en el Perú.
Si no, pregúntenle a la minera Yanacocha por el derrame de mercurio en Choropampa hace quince años, o su reciente intento por secar las cabeceras de cuenca en Conga y las muertes que ya va sumando su proyecto. Preguntemos a la OXY y a Pluspetrol por lo sucedido en las cuencas de los ríos Pastaza, Corrientes y Tigre, en el norte de Loreto. Y preguntemos nuevamente a Pluspetrol por el derrame de crudo en territorio de la etnia Kokama, en el lote 8x, en pleno Parque Nacional Pacaya Samiria.
Pero también preguntemos a la candiense Pacific Rubiales cómo ha logrado detener la creación del Parque Nacional Sierra del Divisor en la frontera con el Brasil. Y al grupo Palmas, de Dionisio Romero, por las más de veinte mil hectáreas de bosques primarios que pretende arrasar en Loreto para sembrar palma aceitera en nombre del desarrollo y de los cultivos alternativos. ¿Informarán sobre las toneladas de CO2 que se liberan con la deforestación?
Preguntemos, pues, al expresidente Alan García por la demencial concesión del 70% de nuestra selva para la extracción de hidrocarburos y el cultivo de biocombustibles. La sabanización de la Amazonía a la vuelta de la esquina.
Mientras tanto, los imponentes glaciares en la cordillera retroceden y el agua en Lima ya empieza a escasear. En la costa norte la sequía y la desertificación comienzan a enterrar pueblos como San Pedro de Lloc. El verano ahora es más caliente y la piel duele si la expones mucho tiempo al sol. En el Cusco, el patrón de las lluvias ha cambiado para siempre. Durante el invierno, la helada golpea más fuerte y con mayor frecuencia. Ahora caen más huaycos, los ríos se desbordan más a menudo y hay más inundaciones. Todo está conectado.
En ese sentido, debemos implementar medidas de mitigación y de adaptación, atraer fondos financieros y de investigación, así como invertir en sistemas de información. Pero también es fundamental empezar la transición hacia energías limpias y renovables. Más allá de la energía hídrica, en Arequipa y Puno tenemos un enorme potencial para almacenar energía solar. En la costa norte y sur el viento es favorable para promover la energía eólica. Y desde Cajamarca hasta Tacna tenemos identificadas 156 fuentes de energía geotérmica.
Si el Perú tiene una oportunidad para poner estos temas en la agenda mundial, esa oportunidad única se va a dar en diciembre de este año durante la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP20), la cumbre climática que se celebrará en Lima durante dos semanas con la participación de doce mil representantes de 194 países y varias organizaciones indígenas que podrían definir el futuro del planeta.
Desgraciadamente, las señales desde el gobierno no son positivas. El jueves de la semana pasada, el mismo día en que el empeñoso Ministerio del Ambiente lanzaba la campaña “Pon de tu parte - Compromisos por el Medio Ambiente”, Eleodoro Mayorga, el nuevo ministro de Energía y Minas, nos traía de vuelta a la realidad en su primera declaración pública. El flamante ministro anunció un nuevo reglamento de hidrocarburos en el que se eliminan los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) para la sísmica petrolera, a cambio de una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), el equivalente a una simple declaración jurada. Así las cosas, parece broma que el año 2014 haya sido designado por el gobierno peruano como el Año de la Promoción de la Industria Responsable y el Compromiso Climático.
Esperemos que el presidente resuelva esta crisis teniendo en cuenta la cita histórica a la que nos han comprometido nuestros gobernantes y la catástrofe climática que finalmente ellos han ayudado a generar.
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