11 junio, 2012

Saravia: Aquí no pasa nada

En el Perú, en los últimos años, varios proyectos mineros que debían generar riqueza para el país han sido rechazados por las comunidades aledañas, y en muchos casos por poblaciones que iban a ser beneficiadas. La mayoría de conflictos sociales tienen su origen en temas ambientales. ¿Cuán consciente es el Estado de este problema? ¿Tiene este Gobierno la voluntad de hacer las cosas distintas? ¿Cuán autocrítico es el sector minero de cómo se ha desarrollado su relación con las comunidades? Esta crónica podría despejar sus dudas. No se haga muchas ilusiones.


Por: Gerardo Saravia

Hace unos días, el ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, tomó desayuno con el presidente de la minera Buenaventura (a cargo del proyecto Conga), Roque Benavides. También estuvieron en la tertulia el viceministro de Interculturalidad, Iván Lanegra, y Alfonso García-Miró, vicepresidente de la Confiep.

Se trataba de un evento jurídico-empresarial organizado por la Facultad de Derecho y el estudio de abogados Rubio-Leguía-Normand. El tema fue la regulación ambiental en el país y cómo el Estado y la empresa privada enfrentan este desafío.
Aunque el tiempo no era el más propicio —un conflicto estallado, muchos pendientes y muchos más latentes—, un intercambio entre los alfiles del Estado y las materias grises del empresariado nacional siempre puede ser rendidor. Por acción u omisión.

Transcurrida la mitad de la jornada, la frase que se me venía a la mente para resumir esta amable conversa es la que hace tiempo popularizara Humberto Martínez Morosini cuando quería graficar un partido empatado a cero: “¡Aquí no pasa nada!”. Luego de los sucesos del Cerro Quilish, Bagua, Tía María, Santa Ana, etcétera, uno esperaba un nivel de reflexión más elaborado de parte del Estado y la empresa privada. Pero no.

I

La conversa, en el atiborrado auditorio de la Universidad, se dividió en tres partes. Una suerte de pasado, presente y futuro de la regulación de la actividad minera. La anfitriona empezó con una pregunta motivadora: ¿Cuál había sido el derrotero de la regulación ambiental, y por qué la gente tenía la sensación de que la minería había hecho lo que le daba la gana?

Parece que el ministro Manuel Pulgar Vidal solo escuchó la primera parte de la pregunta. Su respuesta fue una recapitulación de cómo se había abordado desde el Derecho la actividad minera. Señaló que si bien solo a inicios de los años 1990 se dieron las primeras leyes ambientales, eso no significaba que antes no haya existido regulación. Luego planteó una idea que repitió durante toda esa mañana: en la minería, lo que hoy puede ser bueno mañana puede ser malo. Los conceptos de bien y mal en la regulación son relativos.

“Es un tema bastante difícil, porque la evolución de la tecnología y de la ciencia hace que lo que hoy parece una actividad responsable en el futuro pueda ser una actividad contaminante. Lo que hoy día es una actividad realizada con una sustancia bien considerada, mañana puede convertirse en un pasivo ambiental. Ése es el gran reto del Derecho frente a cualquier operador que pueda decir: “¿Por qué a mí me van a atribuir una responsabilidad si yo ejercí regularmente mi derecho cuando estaba en plena operación?”.

Si lo que hoy es visto como responsable mañana puede ser reputado como una barbaridad, ¿no deberíamos ser un poco más prudentes cuando juzgamos a quienes denuncian la contaminación de la minería que hoy consideramos responsable? Cuidado, don Manuel: no vayan a resultar futuristas esos señores de Cajamarca.

El Ministro estaba redescubriendo el relativismo en un tema que hace tiempo había superado la disquisición filosófica. Protestas que traen muertos y denuncias sobre contaminación que no son escuchadas a tiempo y generan, a su vez, más protestas. Posteriormente el Ministro dijo algo similar sobre la muerte de los delfines: todo lo que sabemos es que no podemos saber nada.

“En este mundo de información, el decir ‘no sé’ no es aceptado”, se lamentó el Ministro.

Pero el relativismo tiene también un límite. ¿Para qué, entonces, están los peritajes o los famosos Estudios de Impacto Ambiental, si nada puede determinarse a ciencia cierta?

Más audaz fue el presidente de Buenaventura, Roque Benavides, quien contó su involucramiento con la minería. Dijo que de niño pasaba sus vacaciones en La Oroya: “Mi padre fue Presidente de la Cerro de Pasco entre 1964 y 1971, y nosotros pasamos muchas vacaciones en La Oroya. Y aquí estoy vivo, ¿ah? No pasó nada”.

El comentario de Roque era una ironía a todas las denuncias documentadas sobre las consecuencias de la explotación minera en la salud de los pobladores de La Oroya. El asunto se viene tratando, desde hace años, debido al incumplimiento de la empresa Doe Run de presentar su plan de adecuación ambiental. A pesar de su ironía, Benavides señaló que esta empresa fue expulsada de la Sociedad Nacional de Minería con su voto.

No fue la única ironía de la mañana: Roque contó, entre indignado y divertido, la manera como lo malinterpretaron en Cajamarca solo por haber dicho que era descendiente de dos de los trece hombres de la Isla del Gallo: “La semana pasada unos periodistas me preguntaron si nosotros le vamos a hacer juicio al Estado peruano si no sale Conga. Mi respuesta fue: ‘Oiga señor, yo soy peruano. Toda mi familia vive en el Perú. Yo me siento orgulloso de que de los trece de la Isla del Gallo, dos son ancestros míos’. En Cajamarca eso fue tomado mal y me dijeron: ‘Tú eres de los conquistadores’”.

Roque se sorprendió de que a los cajamarquinos los hayan enfurecido sus cercanías ancestrales con un tal Francisco Pizarro.
Re-plop.

A propósito de sus tiempos por La Oroya, Roque comentó que antes, cuando la empresa estatal tenía a su cargo dicha explotación, se botaban los relaves a la costa y nadie decía nada. Y, coincidiendo con el Ministro, concluyó: “Lo que antes parecía bien ahora nos parece mal”.

Es cierto que los tiempos cambian y que las exigencias de regulaciones ambientales son mayores, de la mano con la preocupación por que la tierra haya entrado en una fase terminal. Debemos reconocer en Roque su sinceridad fulminante:
“La minería formal no puede contaminar, porque somos empresas inscritas en la Bolsa de New York, y el día en que haya un escándalo medioambiental el precio de la acción cae. No crean que es por buena gente que uno hace el mayor esfuerzo por cuidar el medio ambiente: lo hacemos por interés legítimo”.

Vale la franqueza, pero ¿qué sucede si se relaja estos mecanismos de regulación? ¿Si, por ejemplo, en virtud de sus buenos oficios, una empresa es tratada, de pronto, de una manera muy flexible por el Estado?

II

El viceministro de Interculturalidad, Iván Lanegra, empezó poniendo los puntos sobre las ies, aunque lo demás fueron puntos suspensivos: “Hay regulación ambiental porque hay problemas ambientales que la sociedad no puede resolver y le pide al Estado una intervención”.

Luego habló de la percepción: “Puedes pretender una gestión técnica, pero la percepción de la gente es un hecho que no puedes negar y decir solamente: ‘Es un tema técnico’. La percepción se tiene que tomar en cuenta para la gestión, porque si no genera conflictos”.

Calza perfecto con la posición del Premier: “El estudio de los peritos es para que la población salga de dudas”. Detrás de eso está la idea de que la población tiene una percepción equivocada de lo que realmente ocurre. ¿Y si lo que está fallando, en realidad, es la percepción gubernamental?

Pero el Viceministro planteó otro tema, quizá de una manera timorata, a sabiendas de que sus ideas no serían muy populares entre los comensales: la necesidad de una verdadera reforma del Estado: “Lo que hay que reconocer es que durante los casi dos siglos de existencia del país, el Estado no se ha construido sobre la base de nuestra diversidad cultural, sino más bien, en algunos casos, la ha ignorado. Parece un Estado construido para un país plano o monocultural. Es un cambio que se tiene que hacer, y no es sencillo. Se trata de una verdadera reforma del Estado, y ése es un asunto que tendría que empezar por partes”.
Lanegra también puso el dedo en la llaga en algo que debería ser evaluado por la izquierda. Los más radicales y ambientalistas, una vez que llegan al poder, terminan actuando de una manera distinta de la que habían alentado. ¿Es solo cuestión de incoherencia o también de corrupción?

Lanegra enfatizó sobre procesos económicos que van más allá de la buena o mala voluntad: “Este tema hay que verlo en el contexto de los vecinos, porque hay países con ‘distinta ideología’ que enfrentan problemas de gobierno muy parecidos. Aunque haya un discurso proindígena o proambiental, sus políticas públicas son muy parecidas. Más allá de las ideologías existen procesos sociales y económicos muy fuertes que empujan esa decisión, y eso no se cambia simplemente con leyes o buenas intenciones, sino con procesos ordenados de construcción de la forma de evaluar el Estado, un tema que va a demorar”.

Nada de lo dicho por el Viceministro fue retomado o refutado después por ninguno de los participantes.

Más audaz fue el presidente de Buenaventura, Roque Benavides, quien contó su involucramiento con la minería. Dijo que de niño pasaba sus vacaciones en La Oroya: “Mi padre fue Presidente de la Cerro de Pasco entre 1964 y 1971, y nosotros pasamos muchas vacaciones en La Oroya. Y aquí estoy vivo, ¿ah? No pasó nada”.

III


Al igual que el Ministro, el vicepresidente de la Confiep, Alfonso García-Miró, tuvo su momento filosófico al empezar. Un socrático “solo sé que nada sé” fue el parche tempranero a cualquier desatino posterior. “Soy en el panel el único que no tengo nada que ver con el medio ambiente. Lo único que debería hacer es cederles la palabra, porque no podría pretender debatir ni intercambiar opiniones específicas y técnicas. Así que me voy a limitar a cosas de sentido común”.

Más lejos de la filosofía y más cerca de lo terrenal, Alfonso dijo, en un arrebato de sensatez, que era necesario que las empresas mineras fueran autocriticas. La satisfacción de las comunidades en las que se realizaban los proyectos mineros debería ser una condición elemental para su normal desenvolvimiento.

“Cuando un grupo de inversionistas toma la decisión de desarrollar un proyecto minero, no debe dejar de contemplar en su análisis de costos la variable ‘comunidad satisfecha’. En unos significará poner un colegio, en otros la pista del colegio. La minería debe lograr resolver esta variable para tener a una comunidad que se pueda alinear con la empresa minera y generar otras actividades productivas. Creo que no debe quedarse solamente en la recuperación del mineral y pensar que todo lo demás le corresponde al Estado. Yo me imagino llegando a un edificio y tener a todo el edificio en contra mía y que me tiren piedras todos los días. No hay duda de que tirar piedras es ilegal y que el Estado debería estar ahí para protegerme, pero sería injusto pedirles a todos ustedes que den un poco del dinero que tienen en su bolsillo para ponerle un representante de la fuerza pública en la puerta del ascensor para que yo pueda entrar en mi edificio”.

También habló de un organismo técnico, independiente del poder político, que vigile el cumplimiento de las normas medioambientales de los proyectos mineros: “Yo creo que debemos tomar decisiones sensatas como las que se han dado últimamente en el Perú, como crear un Ministerio del Ambiente. Debemos tener un organismo generador de política medioambiental, pero creo que, por conflicto de intereses, no debe ser el mismo que supervise el cumplimiento de las condiciones medioambientales, para salir de ese manejo discrecional ideológico-político que genera incertidumbre. Me refiero a poder ponerlos en manos de un organismo que pase de ser dirigido por el gobierno de turno y se convierta en una especie de superintendente independiente y que permita transmitir señales de neutralidad con argumentos técnicos y predictibilidad, y que no dependa del estado de ánimo del funcionario técnico elegido por el gobierno”.

Pero la sensatez tiene un límite, que no tardó en expresarse y que despierta dudas acerca de la vocación ambiental de los empresarios. Alfonso cuestiona la viabilidad de las políticas ambientales en Europa y les vaticina un pronto fracaso. Ergo, acá no debemos seguir su ejemplo: “Dentro de las cuentas que Europa va a tener que pagar, no tengo la menor duda de que el costo medio ambiental tiene un impacto importante. Mi impresión es que los europeos, en sus niveles de confort exagerados, quieren ir más allá de lo que pueden pagar en su ilusión romántica de querer tener un mundo más conservado y con menos externalidades negativas. Mi apuesta es que en los próximos años, en Europa, la política monetaria y fiscal se va a relajar forzosamente para poder pagar, dentro de todas las cuentas, la cuenta del tema medioambiental”.

Alfonso también tuvo su arranque de sinceridad, nada raro entre amigos con quienes compartes un desayuno. Confesó que el futuro de la humanidad le importa en tanto le alcance la vida. Señaló, ante la inquietud de que los minerales son un recurso no renovable, que eso iba a ocurrir cuando ya esté muerto y que, por lo tanto, no le importaba: “No tengo la menor duda de que en algún momento el recurso extractivo finito como el mineral y el petróleo va a poder ser sustituido por algún invento, algún material renovable que termine extinguiendo a la minería. También creo que eso no va a ocurrir en tanto yo esté vivo, por lo que no me interesa mucho. Vamos a tener que seguir preocupándonos en los próximos años en hacer del Perú un país exitoso, competitivo, alineado a sus intereses con el tema minero, que es quizá el gran motor que nos va a hacer transitar hacia el primer mundo”.

IV

Roque Benavides había sentido la alusión sobre la necesidad de que las empresas mineras sean autocríticas y las comunidades se sientan satisfechas con los proyectos económicos que se realizaban en sus zonas, y decidió devolverle la cortesía a Alfonso dándole a entender que eso de hacerse el sueco en temas ambientales no era la voz.

“Tenemos una responsabilidad compartida, y yo espero, por supuesto recibiendo la autocrítica de Alfonso, que seamos mucho más responsables socialmente hablando. Pero no son solo las empresas mineras, porque tampoco nadie puede decir que en el tema medioambiental uno sea un outsider. En el tema medioambiental estamos todos juntos. Decir: ‘Yo no tengo nada que ver con el tema medioambiental’ es como decir ‘no tengo nada que ver con el tema político’. O, peor, Aristóteles decía que el hombre es un animal político, y agregaba que si no es político se queda en animal. Y no somos animales”.

La réplica de la “comunidad satisfecha”, extrañamente, no llegó del sector minero sino del estatal. Fue el propio Ministro quien lo rebatió: “El Perú de hoy se encuentra siempre en un debate sobre si nuestra orientación debe ser hacia este modelo o uno que debe poner relevancia en los derechos, la naturaleza y el buen vivir, que es la visión indígena de nuestros vecinos como Ecuador o Bolivia. Y vamos a tener que acostumbrarnos a que la regulación se va a dar en un contexto en el que las respuestas van a venir de ese debate ideológico. Por eso hoy día pensar en una ‘comunidad satisfecha’ es bastante complicado, porque yo recuerdo la vieja regulación minera que decía: ‘Hay que construir hospitales, colegios, etcétera en los campamentos mineros, y cuando vino la gran crisis de la minería en los 80 se generaron ciudades fantasmas; entonces se dijo: ‘La regulación minera no debe ser paternalista, porque no ayuda al desarrollo’. Pero entonces dónde pongo ese límite de no ser paternalista y ayudar al desarrollo; y, por otro lado, qué desarrollo quieren las comunidades es un tema que no tiene una respuesta única. Ésa es una realidad”.

V

La controversia y la variedad de posiciones escasearon esa mañana. Pero estas diferencias se dieron entre los representantes del sector empresarial y no entre, como hubiera sido lógico, entre los representantes del Estado y los de la empresa.

Hace algunas semanas el Presidente había dado un discurso a la Nación en el que había puesto algunas condiciones que debía cumplir Yanacocha para que el Proyecto Conga fuera factible. También dio pautas para lo que debería ser la nueva relación entre minería, Estado y comunidades de ahora en adelante.

Lo insólito del evento es que se desenvolvía cual si no pasara nada. El discurso presidencial no fue producto de la inercia: obedecía a una serie de cuestionamientos. ¿No pasaba nada? ¿El diálogo convocado por la Universidad del Pacífico fue concebido como una aventura del conocimiento? El contexto es conocido: un proyecto minero paralizado, un gobierno interpelado por su propio discurso electoral y presionado por las protestas sociales y por la empresa del proyecto suspendido. El mismo evento de la Universidad no se entendería sin este escenario.
Pero todo ello pasó casi desapercibido por los invitados. Solo en una de sus últimas intervenciones el Ministro se refirió al discurso presidencial: “Muchos pueden pensar que se ha quedado en el discurso; de ninguna manera: como Ministerio del Ambiente estamos trabajando en el tema de la evaluación del impacto ambiental, en el tema de la fiscalización, en el tema de la compensación. Seguimos trabajando en temas como el instrumento de delitos ambientales corregido para la minería informal; ya tenemos la directiva para que todos los sectores actualicen sus reglamentos ambientales y pronto Agricultura va a promulgar los suyos, y esperemos que Vivienda sea el siguiente”.

VI

La mesura del Ministro con respecto a los cuestionamientos que pesan sobre las empresas extractivas no guarda relación con su posición expresa frente a quienes hacen estos cuestionamientos. Manuel Pulgar Vidal se despachó contra los no convidados de esa mañana:

“En el caso Conga, la empresa tiene una actividad que puede ayudar a Cajamarca. Se hizo el peritaje, se llevó el diálogo y el Presidente hizo un anuncio que para mí ha sido el contenido ambiental de lo más importante del Perú de los últimos años. Y al otro lado, ¿qué tenemos? Negativas para el diálogo o negativas rotundas y sin fundamento al proyecto. Pero resulta que uno ve los tuits y al Gobierno Nacional le sacan el ancho, y nunca hay una evaluación real del hombre que está cortando el diálogo. Yo sí creo que hay un mundo minero que intenta fuertemente cumplir la ley y ser ambientalmente sano y un mundo minero que no, y les toca saberse distinguir. ¿Cuánto daño le ha hecho al mundo minero las actitudes de Doe Run? Es un tema que vale la pena preguntarse, aunque Doe Run fue expulsada de la Sociedad de Minería. Pero hay otras empresas que también, eventualmente, merecen ser llamadas al orden dentro del propio gremio, porque hace daño esta visión”. Obviamente, no se refería a Yanacocha y su historial en Cajamarca.

Roque miraba complacido. No había que ser muy perspicaz para darse cuenta de que con el ex presidente de la Sociedad Peruana de Medio Ambiente, ahora Ministro, compartían la misma mesa. Literalmente.

Sin embargo, Roque no está del todo conforme con la regulación. Le parece que en el Perú somos demasiado exigentes: “En el Perú se ha aplicado una política medioambiental muy interesante, a veces demasiado estricta, que ha llegado a extremos. Existen, por ejemplo, estándares que no son cumplidos y seguramente salieron de alguna idea. Debemos tener una política medioambiental realista, no una celestial. Pues lo celestial es para otra gente. Nosotros necesitamos una realista, que se pueda medir y que pueda ser fiscalizada, castigada y penalizada. Yo creo que en eso tenemos que tener cuidado”.

Roque considera extremistas no solo a los opositores a Conga, sino también a una parte de la regulación.

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