Por: Mirko Lauer
Mientras en estos días insólitamente llueve sobre la costa, y un par de ríos ya se han desbordado, una marcha avanza desde el norte hacia Lima, con el agua como emblema. Llega mañana. En principio el propósito es ubicar el reclamo contra Conga en el escenario de la capital. Pero a todas luces el objetivo de fondo es darle a la protesta antiminera una resonancia nacional.
Sin embargo los organizadores de la marcha son un grupo político bastante específico, que no ha logrado una convocatoria realmente amplia de declaraciones de apoyo. Hasta aquí ha venido siendo que a nadie le interesa demasiado dar apoyo a la protesta ajena, por temor a que eso opaque a la propia. Que se sepa nada ha cambiado recientemente en ese terreno del reflejo político.
¿Es el agua un tema capaz de lograr esa unidad de sectores indignados? La preocupación por el acceso al agua se da de varias formas en todo el país. Incluye a los agricultores temerosos de que sus cultivos se agosten, a los pobres urbanos de la costa que compran su agua a diario, por bidones y carísima, y a aquellas comunidades convencidas de que la minería retirará el agua del paisaje.
Los conflictos en torno al agua son variados, y a la vez complejos. Majes-Siguas II es un choque entre dos regiones. El agua en las barriadas es un constante reclamo administrativo. Las quejas contra Sedapal son parte de una polémica moderna. En muchas zonas del campo las disputas son por cómo se reparte el agua de regadío (un asunto viejo que ya José María Arguedas usó para su primer cuento, “Agua”, de 1933).
Pero la idea de que un solo reclamo, aun si este fuera homogéneo, puede concentrar toda la protesta nacional, en lo que se llama unidad en la acción, probablemente no pasa de ser una esperanza política. Pero una vez en Lima la marcha podrá ser presentada a los medios como algo nacional, sobre todo si algunos congresistas, incluso del oficialismo, le dan la bienvenida.
Al final se trata de una iniciativa para capturar el imaginario. Los medios amigos la presentan multitudinaria y efectivamente nacional, incluso hay una carta que pide el apoyo de la ciudadanía mundial. Los medios contrarios dan cuenta de un puñado de personas en movimiento y poca gente sumándose en cada localidad por la que la marcha pasa. Todo sugiere que el impacto mediático será real.
El impacto político todavía está por verse. Por lo pronto nada impide al gobierno reiterar sus declaraciones a favor de que las poblaciones del país tengan y no pierdan el acceso al agua. En todo caso el impacto se podrá calibrar más adelante, si la marcha demuestra ser un elemento desanimador del gobierno, y los proyectos de inversión más conflictivos empiezan a deslizarse hacia alguna forma de parálisis.
Sin embargo los organizadores de la marcha son un grupo político bastante específico, que no ha logrado una convocatoria realmente amplia de declaraciones de apoyo. Hasta aquí ha venido siendo que a nadie le interesa demasiado dar apoyo a la protesta ajena, por temor a que eso opaque a la propia. Que se sepa nada ha cambiado recientemente en ese terreno del reflejo político.
¿Es el agua un tema capaz de lograr esa unidad de sectores indignados? La preocupación por el acceso al agua se da de varias formas en todo el país. Incluye a los agricultores temerosos de que sus cultivos se agosten, a los pobres urbanos de la costa que compran su agua a diario, por bidones y carísima, y a aquellas comunidades convencidas de que la minería retirará el agua del paisaje.
Los conflictos en torno al agua son variados, y a la vez complejos. Majes-Siguas II es un choque entre dos regiones. El agua en las barriadas es un constante reclamo administrativo. Las quejas contra Sedapal son parte de una polémica moderna. En muchas zonas del campo las disputas son por cómo se reparte el agua de regadío (un asunto viejo que ya José María Arguedas usó para su primer cuento, “Agua”, de 1933).
Pero la idea de que un solo reclamo, aun si este fuera homogéneo, puede concentrar toda la protesta nacional, en lo que se llama unidad en la acción, probablemente no pasa de ser una esperanza política. Pero una vez en Lima la marcha podrá ser presentada a los medios como algo nacional, sobre todo si algunos congresistas, incluso del oficialismo, le dan la bienvenida.
Al final se trata de una iniciativa para capturar el imaginario. Los medios amigos la presentan multitudinaria y efectivamente nacional, incluso hay una carta que pide el apoyo de la ciudadanía mundial. Los medios contrarios dan cuenta de un puñado de personas en movimiento y poca gente sumándose en cada localidad por la que la marcha pasa. Todo sugiere que el impacto mediático será real.
El impacto político todavía está por verse. Por lo pronto nada impide al gobierno reiterar sus declaraciones a favor de que las poblaciones del país tengan y no pierdan el acceso al agua. En todo caso el impacto se podrá calibrar más adelante, si la marcha demuestra ser un elemento desanimador del gobierno, y los proyectos de inversión más conflictivos empiezan a deslizarse hacia alguna forma de parálisis.
Fuente: La Republica
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