Escribe: Carlos Lamas
El verdadero dueño de los terrenos de Conga
Don Nestor Marchena, ingeniero agrícola de profesión, tiene entre sus manos una importante información que ha entregado a Viejo Topo en calidad de primicia: los documentos que acreditan su propiedad sobre los terrenos en los cuales se ejecuta el proyecto Conga, de la minera Yanacocha.
Sale así a la luz, cuando ya nadie en Cajamarca se puede poner al margen del crucial conflicto, que Yanacocha ya no sólo se había saltado olímpicamente la exigencia básica de que no puede haber explotación minera en cabeceras de cuenca, sino que haciendo uso de sus artes se saltó con garrocha los usos legales sobre la propiedad del terreno.
Según consta en los más de 20 documentos que nos mostrara Ernesto Marchena y que pudimos registrar –casi todos ellos en sus versiones originales-, el único propietario de la desmesurada zona de 7,000 hectáreas, que incluye el cerro El Perol, aledaño a la laguna Lucmacocha, es este hombre natural de Sorochuco, quien tuvo un papel clave en el reconocimiento de la comunidad campesina en 1963, de la que incluso llegó a ser su presidente.
Extiende su enorme plano –en el Hall del Hostal Becerra a un paso de la Plaza Mayor-, para señalar con orgullo que se lo dio el Estado, por intermedio del Ejército Peruano.
Este experto en asuntos de aguas, que dirige proyectos de envergadura en buena parte de la costa peruana, debe su formación profesional a Sorochuco, que mediante resolución de 1971 acordó encargarse de su educación. Desde entonces hizo sus estudios de Ingeniería Agrícola en la Universidad de Lambayeque y se convirtió con los años en un especialista en riegos y estudios hidrogeofísicos.
Dos años después, según Marchena, y en agradecimiento a su labor cumplida respecto a su comunidad, Sorochuco emitió otra resolución para que se le entregue el área que se señala en el mapa otorgado por el Ejército Peruano. Tanto el ministerio de Energía y Minas, como su propia comunidad ratificaron los límites que le pertenecen, como parte integrante de la Comunidad de Sorochuco.
Los métodos de Yanacocha
¿Qué hizo entonces Yanacocha para proclamar que está explotando un terreno de su propiedad? Según don Ernesto Marchena Atalaya, engañó al presidente de la Comunidad y engañó a la gente.
En el año, 2009 sabiendo Yanacocha que hay unas 84 minas para explotación minera en esa zona –enseña la lista-, empezó a fraguar compras de terrenos. Pero como la venta de terrenos dentro de una comunidad está sometida a que los 2/3 de la aprobación de sus comuneros lo respalde, Yanacocha, empleando la mentira y como pretexto que se necesitaba apoyo para construir carreteras para sacar la producción de leche hacia los mercados, pidió firmas a los comuneros y éstos bajo esa promesa, firmaron.
Yanacocha “compra” al presidente de la Comunidad Campesina de Sorochuco la zona de El Perol por 600, 000 soles –el cerro se llama así, insiste Marchena, en tanto que la laguna se llama Lucmacocha-. De esa cantidad Yanacocha sólo abonó 212, 000 según consta en el documento, por lo cual tampoco es una compra concluida, dice Marchena. Según el Ingeniero Marchena, Yanacocha no paga completo porque se da cuenta de que el presidente de la Comunidad no tiene título de propiedad de la zona que vendió.
Enterado de esa situación, Marchena entabla juicio a Yanacocha en el 2005, y recién entonces la minera, consigue –en complicidad con algunos funcionarios- registrar la zona como predio de su propiedad. Así, al engaño de dar firma para “hacer carreteras para sacar la leche de los comuneros al mercado”, se suma el fraguar documentos de propiedad.
El asunto se ventila hoy en el 5to Juzgado Liquidaror de Cajamarca, y la sentencia ha sido postergada por dos años, con tres cambios de juez de por medio y la acusación de Yanacocha, de que Marchena ha “falsificado documentos”.
El oro de Cajamarca
Marchena, miembro de una comunidad de 3,500 comuneros, mil de los cuales son iletrados, dice que “si mi pueblo dice que no quiere explotación minera en la zona, yo estoy con ellos”. Se refiere el proyecto Conga.
“No es cierto que Conga no vaya a afectar, claro que va a afectar, yo he denunciado a Yanacocha por haber desaparecido la laguna Yanacocha”.
Extiende otra vez su mapa, y señala a la laguna desaparecida por la minera que adoptó –irónicamente- el mismo nombre, y que había prometido estentóreamente que la minería que aplicaban era sustentable, etc. Esto corrobora los testimonios de comuneros que notaron desde esos años el descenso de los niveles de las aguas provenientes de lagunas y bofedales, y su creciente contaminación que afecta al ganado con enfermedades extrañas.
“En esa zona, dice Marchena, hay oro; en la laguna Lucmacocha, hay oro hasta los 1,800 metros”. E insiste – eternamente maravillado por el espectáculo que los comuneros cuentan siempre-: por la tarde esa laguna brilla y se forma en el cielo una figura como la de una lúcuma.
Siempre ha habido oro por esta zona, dice, y uno otra vez nos viene al recuerdo lo de la captura de Atahualpa y el oro para el botín de los invasores españoles. Los métodos de explotación minera –dice este experto en aguas- inevitablemente afectarán toda la zona, a toda la agricultura, para el oro se necesitan inmensas cantidades de agua. Pero es posible explotar, como se ha hecho hace muchos años, en los tiempos de los incas, mediante el método de la lixiviación, una separación del metal que no usa el cianuro sino unas especies orgánicas.
Eso quiere decir que es posible, según Marchena, una explotación minera que tome de los métodos artesanales de siglos atrás.
“Pero la verdad, dice, lo que les preocupa a estos extranjeros que se llevan nuestras riquezas, no es tanto el oro, lo que les interesa es que en la zona hay Uranio”. Don Néstor no deja de abrir una caja de sorpresas tras otra.
Uranio, el gran secreto, y la historia
“Yo estuve muy enfermo”, dice, mirando a su amigo que le acompaña el empresario, don Juan Ramal Quispe, quien asiente. “A mí, un obrero que manejaba una retroexcavadora, me entregó un puñado de tierra negra; es Uranio me dijo”. “El contacto con el Uranio casi me lleva a la tumba, por eso lo tengo en una caja de plomo, bien protegido, y voy a ver que me hagan un análisis de esto; el Uranio cuesta 700 veces más que el oro ¿me entiende? Por eso tanto interés de hacer explotación minera en la zona”.
Es suficiente para entender con más profundidad aún las cosas que se juegan hoy en Cajamarca, en el marco del crucial asunto minero con el que el Estado Peruano y la gran burguesía peruana, aliada al gran capital imperialista, buscan avanzar en su camino antipueblo.
Pero Don Néstor Marchena, tiene la tentación de compartir algo más de la historia de su comunidad, a la que defiende con pasión.
Él proviene de sus entrañas, eso es tal vez nos quiere decir, al retirarse a traer uno de sus secretos más celosamente guardados: los documentos antiguos ¿Cómo es que él va a inventar o falsificar –como le imputa Yanacocha- lo que proviene de una continuidad inobjetable en la historia?
Saca media docena de documentos, de los años 1830 y 1832, cuando se daba el tránsito del régimen colonial al republicano. Así como lo lee.
En esos años aun la corona española tenía injerencia en asuntos nacionales, y, otorgó a los “indios” de la zona de Suruchuco –así se llamaba- terrenos propios para que pudieran tener labor productiva que les permitiese seguir pagando sus impuestos.
La mina había diezmado a la población y la había empobrecido, así lo reconocían los propios documentos donde se aprecian firmas y rúbricas antañonas, y vuelven a resonar las referencias a virreyes y corregidores. Una fuerza que desde la autoridad del papel, de las leyes, los decretos, usó siempre la fuerza militar y la represión para imponerse a mansalva, hablando en nombre del progreso.
Suena conocido.
El verdadero dueño de los terrenos de Conga
Don Nestor Marchena, ingeniero agrícola de profesión, tiene entre sus manos una importante información que ha entregado a Viejo Topo en calidad de primicia: los documentos que acreditan su propiedad sobre los terrenos en los cuales se ejecuta el proyecto Conga, de la minera Yanacocha.
Sale así a la luz, cuando ya nadie en Cajamarca se puede poner al margen del crucial conflicto, que Yanacocha ya no sólo se había saltado olímpicamente la exigencia básica de que no puede haber explotación minera en cabeceras de cuenca, sino que haciendo uso de sus artes se saltó con garrocha los usos legales sobre la propiedad del terreno.
Según consta en los más de 20 documentos que nos mostrara Ernesto Marchena y que pudimos registrar –casi todos ellos en sus versiones originales-, el único propietario de la desmesurada zona de 7,000 hectáreas, que incluye el cerro El Perol, aledaño a la laguna Lucmacocha, es este hombre natural de Sorochuco, quien tuvo un papel clave en el reconocimiento de la comunidad campesina en 1963, de la que incluso llegó a ser su presidente.
Extiende su enorme plano –en el Hall del Hostal Becerra a un paso de la Plaza Mayor-, para señalar con orgullo que se lo dio el Estado, por intermedio del Ejército Peruano.
Este experto en asuntos de aguas, que dirige proyectos de envergadura en buena parte de la costa peruana, debe su formación profesional a Sorochuco, que mediante resolución de 1971 acordó encargarse de su educación. Desde entonces hizo sus estudios de Ingeniería Agrícola en la Universidad de Lambayeque y se convirtió con los años en un especialista en riegos y estudios hidrogeofísicos.
Dos años después, según Marchena, y en agradecimiento a su labor cumplida respecto a su comunidad, Sorochuco emitió otra resolución para que se le entregue el área que se señala en el mapa otorgado por el Ejército Peruano. Tanto el ministerio de Energía y Minas, como su propia comunidad ratificaron los límites que le pertenecen, como parte integrante de la Comunidad de Sorochuco.
Los métodos de Yanacocha
¿Qué hizo entonces Yanacocha para proclamar que está explotando un terreno de su propiedad? Según don Ernesto Marchena Atalaya, engañó al presidente de la Comunidad y engañó a la gente.
En el año, 2009 sabiendo Yanacocha que hay unas 84 minas para explotación minera en esa zona –enseña la lista-, empezó a fraguar compras de terrenos. Pero como la venta de terrenos dentro de una comunidad está sometida a que los 2/3 de la aprobación de sus comuneros lo respalde, Yanacocha, empleando la mentira y como pretexto que se necesitaba apoyo para construir carreteras para sacar la producción de leche hacia los mercados, pidió firmas a los comuneros y éstos bajo esa promesa, firmaron.
Yanacocha “compra” al presidente de la Comunidad Campesina de Sorochuco la zona de El Perol por 600, 000 soles –el cerro se llama así, insiste Marchena, en tanto que la laguna se llama Lucmacocha-. De esa cantidad Yanacocha sólo abonó 212, 000 según consta en el documento, por lo cual tampoco es una compra concluida, dice Marchena. Según el Ingeniero Marchena, Yanacocha no paga completo porque se da cuenta de que el presidente de la Comunidad no tiene título de propiedad de la zona que vendió.
Enterado de esa situación, Marchena entabla juicio a Yanacocha en el 2005, y recién entonces la minera, consigue –en complicidad con algunos funcionarios- registrar la zona como predio de su propiedad. Así, al engaño de dar firma para “hacer carreteras para sacar la leche de los comuneros al mercado”, se suma el fraguar documentos de propiedad.
El asunto se ventila hoy en el 5to Juzgado Liquidaror de Cajamarca, y la sentencia ha sido postergada por dos años, con tres cambios de juez de por medio y la acusación de Yanacocha, de que Marchena ha “falsificado documentos”.
El oro de Cajamarca
Marchena, miembro de una comunidad de 3,500 comuneros, mil de los cuales son iletrados, dice que “si mi pueblo dice que no quiere explotación minera en la zona, yo estoy con ellos”. Se refiere el proyecto Conga.
“No es cierto que Conga no vaya a afectar, claro que va a afectar, yo he denunciado a Yanacocha por haber desaparecido la laguna Yanacocha”.
Extiende otra vez su mapa, y señala a la laguna desaparecida por la minera que adoptó –irónicamente- el mismo nombre, y que había prometido estentóreamente que la minería que aplicaban era sustentable, etc. Esto corrobora los testimonios de comuneros que notaron desde esos años el descenso de los niveles de las aguas provenientes de lagunas y bofedales, y su creciente contaminación que afecta al ganado con enfermedades extrañas.
“En esa zona, dice Marchena, hay oro; en la laguna Lucmacocha, hay oro hasta los 1,800 metros”. E insiste – eternamente maravillado por el espectáculo que los comuneros cuentan siempre-: por la tarde esa laguna brilla y se forma en el cielo una figura como la de una lúcuma.
Siempre ha habido oro por esta zona, dice, y uno otra vez nos viene al recuerdo lo de la captura de Atahualpa y el oro para el botín de los invasores españoles. Los métodos de explotación minera –dice este experto en aguas- inevitablemente afectarán toda la zona, a toda la agricultura, para el oro se necesitan inmensas cantidades de agua. Pero es posible explotar, como se ha hecho hace muchos años, en los tiempos de los incas, mediante el método de la lixiviación, una separación del metal que no usa el cianuro sino unas especies orgánicas.
Eso quiere decir que es posible, según Marchena, una explotación minera que tome de los métodos artesanales de siglos atrás.
“Pero la verdad, dice, lo que les preocupa a estos extranjeros que se llevan nuestras riquezas, no es tanto el oro, lo que les interesa es que en la zona hay Uranio”. Don Néstor no deja de abrir una caja de sorpresas tras otra.
Uranio, el gran secreto, y la historia
“Yo estuve muy enfermo”, dice, mirando a su amigo que le acompaña el empresario, don Juan Ramal Quispe, quien asiente. “A mí, un obrero que manejaba una retroexcavadora, me entregó un puñado de tierra negra; es Uranio me dijo”. “El contacto con el Uranio casi me lleva a la tumba, por eso lo tengo en una caja de plomo, bien protegido, y voy a ver que me hagan un análisis de esto; el Uranio cuesta 700 veces más que el oro ¿me entiende? Por eso tanto interés de hacer explotación minera en la zona”.
Es suficiente para entender con más profundidad aún las cosas que se juegan hoy en Cajamarca, en el marco del crucial asunto minero con el que el Estado Peruano y la gran burguesía peruana, aliada al gran capital imperialista, buscan avanzar en su camino antipueblo.
Pero Don Néstor Marchena, tiene la tentación de compartir algo más de la historia de su comunidad, a la que defiende con pasión.
Él proviene de sus entrañas, eso es tal vez nos quiere decir, al retirarse a traer uno de sus secretos más celosamente guardados: los documentos antiguos ¿Cómo es que él va a inventar o falsificar –como le imputa Yanacocha- lo que proviene de una continuidad inobjetable en la historia?
Saca media docena de documentos, de los años 1830 y 1832, cuando se daba el tránsito del régimen colonial al republicano. Así como lo lee.
En esos años aun la corona española tenía injerencia en asuntos nacionales, y, otorgó a los “indios” de la zona de Suruchuco –así se llamaba- terrenos propios para que pudieran tener labor productiva que les permitiese seguir pagando sus impuestos.
La mina había diezmado a la población y la había empobrecido, así lo reconocían los propios documentos donde se aprecian firmas y rúbricas antañonas, y vuelven a resonar las referencias a virreyes y corregidores. Una fuerza que desde la autoridad del papel, de las leyes, los decretos, usó siempre la fuerza militar y la represión para imponerse a mansalva, hablando en nombre del progreso.
Suena conocido.
Fuente: Viejo Topo
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