10 junio, 2012

Humalandi@

Domingo 10 de junio del 2012

Más que por un plan o una hoja de ruta, este gobierno parece guiado por un infalible manual de autoayuda: concéntrate solo en los éxitos, las ganancias, las cosas buenas de la vida. ¿Las malas? Ignóralas. No dejes que te arruinen la foto. Vamos, la gente está cansada de problemas: basta ya de pobres, enfermos, heridos y muertos. Lo queremos proactivo, presidente. Alegría, alegría. Lo queremos winner, exitoso, ganador.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

“No mueras de miseria ajena” –dijo Baltazar Gracián hace como cuatro siglos –“Jamás le abras la puerta a un solo individuo infeliz porque, si lo haces, muchos otros se meterán a tu casa tras él”. Siguiendo esta misma línea de pensamiento, el presidente sabe bien que es muchísimo mejor idea acudir al colosal Estadio Nacional de Alan García que a la hostil Cajamarca de Goyo Santos. Elige abstenerse de viajar al problemático Espinar pero va, de cabeza, al glamoroso lanzamiento del documental gastronómico de Telefónica. Se toma la fotito de rigor con el mega-star de la gastronomía Ferran Adrià pero no se la toma, ni a cañones, con los ya olvidados deudos de César Vilca. No, pues. Para qué. Muy depre, demasiado loser. Mientras en el país se decreta un nuevo estado de emergencia, la primera dama twi-ttea, por ejemplo, sobre las proteicas bondades de la quinua y cuando el VRAE se vuelve a incendiar, ella nos cuenta, entusiasmada, lo regio que les está yendo en la fulgurante gira por Corea y el Japón que compartieron con su flamante groupie Roque Benavides. La cuestión es ser positivos y seguir llevando nuestro mensaje de éxito arrollador por el mundo. Total, las cosas en el Perú siempre pasan por algo. Total, el vaso del Perú siempre está medio lleno.

El viejo truco de hacer de cuenta que aquí no pasa nada, si mal no recuerdo, es un eficaz mecanismo de defensa del yo que se llama negación y consiste en decirse this is not happening. En convencerse uno mismo de que nada esto está ocurriendo en realidad. No llevamos doce peruanos muertos en conflictos sociales. No. No fueron asesinados otros ocho por Sendero en La Convención. Tampoco. No abandonaron a nuestros policías a merced de asesinos. Eso nunca pasó. Son viles patrañas de la oposición. El Perú avanza. Todos estamos bien. Y para creérselo, hay que creárselo. Crearse un universo imaginario. O, mejor dicho, un país paralelo, una realidad virtual: Humalandi@, ni más ni menos. En Humalandi@ no hay penas ni tristezas, todo es crecimiento económico maravilloso y fabulosa inclusión social. En Humalandi@, los peruanos tenemos preocupaciones de primer mundo y debatimos leyes contra el fast food y los soft drinks porque tenemos una población tan rebosante y tan sobrealimentada que la máxima amenaza que se cierne sobre nosotros no es la tuberculosis sino el natural enchanchamiento que suelen generar las refrigeradoras llenas, la desmesurada prosperidad. “Más de un tercio de los escolares de las grandes ciudades del Perú tiene riesgo de obesidad”, advirtió Humala el 2001 en un discurso inaugural digno de presidente gringo pero, el viernes último, posando –como Alan– al lado de Gastón, olvidó su prédica de fitness y nos auguró a todos un gordazo porvenir: “Si seguimos en esta ruta, podemos llegar a ser los campeones mundiales del buen comer”. Oink. Y mientras tanto, en el Perú real, el 44.7% de los niños de Huancavelica sufren desnutrición crónica aguda. Y el 32% en Cajamarca. Y el 31% en Huánuco. Y el 30 % en Ayacucho y Apurímac. No importa, porque en Humalandi@ pronto seremos los reyes máximos de la jama. Desactivaron el Pronaa, by the way? By the way, ¿cuándo arranca Mistura? Nada de esto está ocurriendo. This is not happening.

Tan solo superado por los ejércitos del poderoso Brunito Pinasco, Ollanta Humala tiene, al cierre de esta edición, 313,354 seguidores en Twitter. Tal es la población total de Humalandi@, su apacible país virtual enclavado seguramente en medio de idílicos paisajes imaginarios, en ese asombroso planeta llamado Internet. La población total del Perú, en cambio, supera los 30 millones de habitantes. Eso significa que apenas el uno por ciento del total de peruanos lee los mensajes que el presidente les dirige (o cree dirigirles). Porque todo lo que el presidente calla en todos los demás medios –e idiomas– lo dice solamente en Twitter. ¿Y cuántos peruanos habemos en Twitter? Más o menos, 850 mil hasta abril de este año, según la web de FuturoLabs. O sea, ni siquiera llegamos al primer millón. ¿Y los demás? Los demás se quedan en la más completa y absoluta exclusión social. Pero, ¿twittear no es, acaso, lo mismo que declarar? Todos los que alguna vez hemos confundido el Perú con el Twitter nos hemos pegado un sonoro hocicazo. Entre las tendencias –o trending topics– en Twitter y las demandas del país real existe un abismo aterrador. Y existe otro peor entre los peruanos que tienen acceso a Internet y los que no lo tienen. Si Ollanta_HumalaT realmente quisiera que sus lacónicos twitts -y los otros más sutiles y cachacientos de NadineHeredia– llegaran a todos, tendría que llevar adelante un real programa de democratización que proveyera lap tops e Internet gratuita para todos. Mientras eso no ocurra, el principal instrumento de comunicación del gobierno con el sufrido pueblo seguirá siendo privilegio de unos cuántos. De unos 313,354, para ser más precisos.

¿Es o no una tremenda astucia que los marketeros de imagen del presidente se esmeren por construir esta especie de nuevo Humala pasteurizado, descafeinado, Super Light y endulzado con Nutrasweet? ¿Es o no sagaz alejarlo del fuego y asociarlo únicamente a íconos del éxito? Para la Marca Ollanta, probablemente sí, pero no para el país que, más que yéndose a Bruselas y a Ginebra, lo necesita yéndose a Conga y a Espinar y a todos los lugares de los que cualquiera querría salir corriendo. No nos gusta cuando calla porque está como ausente, como sin rostro, como sin peso, como sin perfil, como amorfo. Pero, ¿es esto casualidad? ¿Se nos ha ido desdibujando? ¿Es su delicuescencia, accidental? Porque hasta el asesor más ignorante sabe que ese es el ABC del Poder, ni siquiera hace falta haber leído a Sun Tzu. Contráteme don Ollanta, que yo lo asesoro recontra chévere, mire vea: Vuélvase líquido y cambie de forma, sea como el agua, como decía Bruce Lee. Fluya y adáptese al recipiente que le toque o, mejor aún: tórnese gaseoso, elusivo, aéreo, ina-sible, resbaloso y huidizo como el mercurio y como el dios Mercurio. Su verdadero poder, presidente, proviene de su velocidad para mutar, de su comprobado talento para convertirse en cualquier otra cosa y descomputar a todo el mundo. Tener siempre el mismo aspecto y el mismo plan lo debilita. La coherencia, en su caso, es letal. Siga siendo así, contradictorio, desconcertante, impredecible. Cuando sus ilusos enemigos se den cuenta de lo que realmente se trae entre manos, será demasiado tarde. No se muestre defensivo. No revele sus puntos vulnerables. Muéstrese etéreo, hágase humo, twittee y, luego, desaparezca. Aléjese del fuego. Bórrese. Como a mi amigo Maicelo le gusta decir: saque la cola en one. Y listo: váyase de viaje otra vez. Y tráigame algo bien pulenta de Estrasburgo.

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