Por: José William
Conga, a la fecha, aún es vida. Vive, pero bajo amenaza. Yanacocha hace apenas veinte años atrás también fue vida encarnada en una laguna prístina, pura, virgen. Fue alegría, verdor, cadena de oportunidades, inspiración andina. Hoy, simplemente Yanacocha es muerte, desierto, advertencia de lo que puede otra vez suceder. Una alerta que muy poco tiene que ver con lo técnico pero sí con lo político, con las voluntades que se tejen alrededor del oro o de la vida, con la visión de país y el de su desarrollo. Puede ser como les gusta decir a muchos: “un punto de quiebre”. Un punto y aparte que no será colocado por el gobierno actual que tuvo a un Ollanta candidato del agua hoy Presidente del oro.
Conga, a la fecha, aún es vida. Vive, pero bajo amenaza. Yanacocha hace apenas veinte años atrás también fue vida encarnada en una laguna prístina, pura, virgen. Fue alegría, verdor, cadena de oportunidades, inspiración andina. Hoy, simplemente Yanacocha es muerte, desierto, advertencia de lo que puede otra vez suceder. Una alerta que muy poco tiene que ver con lo técnico pero sí con lo político, con las voluntades que se tejen alrededor del oro o de la vida, con la visión de país y el de su desarrollo. Puede ser como les gusta decir a muchos: “un punto de quiebre”. Un punto y aparte que no será colocado por el gobierno actual que tuvo a un Ollanta candidato del agua hoy Presidente del oro.
La voracidad que llaman inversión quiere construir botaderos de residuos minerales, allí donde se forma el agua, en la cabecera de cinco cuencas hidrográficas y que directamente afectará a cinco lagunas. Dos de ellas y sus bofedales anexos (El Perol y la Empedrada) terminarán siendo un gran forado, un cráter de 500 metros de profundad, casi lo que mide el tercer edificio más alto del mundo y cinco veces más de lo que mide el edificio más alto del Perú.
Si Conga va, digo, ¿cómo va?
No irá acompañado de ningún estudio de impacto ambiental (EIA) que merezca la pena llamarse así. El que hizo la empresa minera jamás fue objetivo porque obviamente debieron jugárselas el todo para luego cosechar toneladas de oro. Y no es ni será serio porque el Ministerio de Energía y Minas es el que lo aprueba, cuando son ellos mismos los que “invitan a invertir”. Tampoco le dará seriedad, por más que quiera el gobierno, la intervención de los tres peritos europeos que cobraron más de medio millón de soles por 40 días de revisión del EIA presentado por la minera Yanacocha. Su labor principal, se limita a “identificar y proponer medidas que permitan el mejoramiento de las acciones de mitigación de los impactos ambientales del proyecto minero Conga”. En otras palabras, acá los peritos vinieron a decirnos también que “Conga va”. La inviabilidad está totalmente descartada para el gobierno de Humala. ¿Alguien dijo “estudio técnico”? No. Los peritos han venido a recomendar tareas de prevención, mitigación y compensación. Un poco más y quizás nos sugieran algunos psicólogos para “superar” nuestros traumas después de ver un cráter donde hubo hermosas lagunas.
Si Conga va, repito, ¿cómo va?
Irá con la bota alzada queriendo aplastar la voluntad popular de vivir y de vivir en armonía con la naturaleza, porque el hombre no lo es todo y es nadie sin su casa, sin su ecología. Irá para que sonrían las cifras y se abulten algunos bolsillos, que no serán los nuestros. Si va, será porque no hemos comprendido que un país es sobre todo un proyecto creativo y valiente, y no una triste hoja seca que arrastran los vientos de un sistema que ya no termina de otoñar.
Y si Conga, digo, NO VA, será porque se decidió actuar como un pueblo civilizado que, en palabras de Raúl Porras Barrenechea, significa: luchar constantemente por los derechos. El silencio, es signo de la barbarie.
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