Por: Carlos León Moya
Marco Arana me recibió en su casa de Lima pocas horas antes de la Navidad. Nos sentamos en sillones contiguos: él dando la espalda a la pared y yo al árbol navideño lleno de adornos dorados. No se lo dije, pero su sala me trajo evocaciones familiares: mis primeras navidades en casa de mi tía en el Callao. A diferencia de las salas de otros dirigentes políticos de izquierda, en la de Marco Arana me sentí un poco en casa.
1. Ollanta
“El primer motivo de mi desconfianza hacia Ollanta Humala era el pragmatismo que podía exhibir como Presidente, debido a que viene de una cultura castrense que se guía por estrategias y resultados. Eso, trasladado a la política, me parece un peligro. Veía también que su partido se centraba en su familia, y renegaba de una tradición de izquierda para afirmar una nacionalista. Además, Humala veía el desarrollo como la promoción del modelo primario-exportador, que no es la alternativa política que queremos construir en Tierra y Libertad.
Yo había tenido contactos con Humala, así que no me guio solo por sus declaraciones. Cuando lo conocí estaba rodeado de un grupo de ex militares al que él llamaba su “Estado Mayor”. Ojo que a mí no me parece mal que militares hagan política, más aún en un país donde ellos han tenido banderas reformistas importantes para la democratización del país. Lo que me parecía mal es que la manera de interactuar que tenía Humala con ellos era la de un estratega militar. Los demás escuchan, él habla. Eso me quedó claro.
El gran desafío del país sigue siendo cómo profundizamos la democracia, no solo como elecciones sino en términos culturales, en la vida cotidiana. Guiándome por cómo se diseñaba el discurso del Partido Nacionalista y cómo se tomaban las decisiones concluí que a ellos no les interesaba. Por eso mi inclinación fue crear un espacio de fuerzas alternativas a Humala, que vayan del centro hacia la izquierda, cuyo líder no era necesariamente Rodríguez Cuadros. Es más, él me parece un continuismo de la política neoliberal, aunque más suave en términos sociales. Sin embargo, Fuerza Social puso su candidatura como condición para procesos unitarios”.
2. Entre la victoria y el gobierno
“Durante los primeros meses del 2011 estuve viajando por el país, muy metido en provincias. Allí empecé a notar, aparte de la simpatía que generaba Humala en los sectores más pobres, que el ataque contra él era de tal magnitud que generaba una “identificación con la víctima”, en un país donde mucha gente se siente excluida y víctima. Hacia febrero percibía que en las regiones, incluso en Cajamarca donde el fujimorismo es muy fuerte, Humala podía crecer y encarar esta perspectiva de cambio.
Luego de la victoria en segunda vuelta noté una gran orfandad de cuadros técnicos y liderazgos que lo acompañaran para introducir los cambios prometidos, incluso los de la Hoja de Ruta. Mi primera esperanza era que Humala encontrara en los Gobiernos regionales y alcaldes con plataformas similares a sus mejores aliados. Especialmente en los primeros, porque la mayoría tenía claras propuestas de cambio. En segundo lugar, pensaba que Humala podía convocar una suerte de Gran Acuerdo Nacional con los sectores democráticos, de izquierda, de centro-izquierda, clases medias e intelectuales, con el fin de construir el aparato que no tenía.
Pero mi sorpresa, Humala decidió optar por un modelo demasiado elitista de alianzas con algunos cuadros de izquierda y la masa amorfa que es el nacionalismo. Yo esperaba que gran convocatoria, que dijera a Presidentes Regionales y alcaldes “gobernemos juntos”, pero no. Uno encontró a un Humala atrapado por el protocolo, entre reuniones, visitas y viajes. Luego vino el proceso de transferencia, manejado con gran hermetismo. Las invitaciones a militantes de Tierra y Libertad a puestos ministeriales fueron siempre a título personal, no organizacional, y ellos consultaron con el Partido. Se percibía en la conformación del primer gabinete que no le interesaba a Humala constituir una fuerza política de cambio, sino lograr unos pocos acuerdos muy precarios con la izquierda y salir del paso con cosas como la cuota de género, que fue un saludo a la platea”.
Marco Arana duerme poco, entre cuatro y cinco horas. No utiliza café para mantenerse despierto. Escribir e ir a reuniones lo mantienen activo. También rezar. Sus momentos de silencio y vida espiritual ocupan al menos dos horas de sus días. Ser político nacional y regional a la vez no es tarea fácil. Arana pasó casi la mitad del año anterior en Cajamarca, y un 20% en Lima. El otro 30% se lo pasó viajando por el país.
Acabada la entrevista, conversamos sin grabadora sobre lo que podría ocurrir en Cajamarca con el Proyecto Conga. Todavía la Marcha del Agua no era convocada. Un mes y medio después lo encontré en el estrado ubicado en la Plaza San Martín, junto a Gregorio Santos y Jorge Rimarachín. A pesar de la gran convocatoria, estaba más preocupado por Irma Pflucker: la habían atacado y tuvo que irse en una ambulancia. “¿Sabes cómo está Irma”?. La primera pregunta la puso él, no yo.
3. Izquierda
“La manera en que Humala ha redefinido sus relaciones con la izquierda deja una lección muy clara: la necesidad de construir una izquierda democrática y con perfil propio. Desde la guerra interna, la izquierda ha intentado construir algo que no era expresión suya, ha pensado en cómo ir junto a otros proyectos. Yo creo que la izquierda necesita pensarse a sí misma como alternativa de poder. Eso implica, sin duda, un proceso de ruptura con su propia historia y errores históricos. Pero también implica una novedad grande.
Tenemos pendiente cómo construir una izquierda democrática, ecologista, indigenista y descentralista. Con un proyecto propio que no sea cerrado o autoreferido en su discurso. La izquierda necesita pensarse no solo como una fuerza capaz de llegar al poder, sino capaz de convocar a muchos otros sectores que creen que este proyecto es posible. No debemos ser una secta de crédulos a toda prueba. Sí, se necesita una fuerza directriz interna, un núcleo fuerte, pero no un núcleo autoreferido sino convocante. La izquierda no tiene que ser vista como una amenaza por los sectores de centro o menos involucrados en política. Por el contrario, debe representar a la mayor cantidad de ciudadanos de todo el país, de modo que sea una fuerza hegemónica.
Probablemente eso genere ciertas incertidumbres en los perfiles ideológicos, especialmente en relación a la tradición marxista de la izquierda peruana y latinoamericana. La izquierda no necesita negarse para ser lo que tiene que ser. El problema es cómo se afirma.
Haber formado parte de Gana Perú como una apuesta por el ganador, que para empezar no era su ganador, dejó descolocado a un sector de la izquierda. Cayeron en la costumbre de concentrar el poder en la voz del líder. Los líderes deben construir instituciones, y Humala no lo hizo. Esta izquierda confió más en la palabra de Humala que en las instituciones. ¿Qué garantía tenían de que iba a cumplir? Confiaron excesivamente en el caudillo.”
4. El estado de Emergencia en Cajamarca: “La cara más arbitraria del gobierno”
- ¿Te enteraste del estado de emergencia por televisión?
- No, nosotros lo sabíamos dos días y medio antes, porque la movilización de tropas policiales y del ejército era extraordinaria. Desde el miércoles se habían flexibilizado las medidas de paro, pero el ejército empieza a sitiar Cajamarca el jueves. El viernes se anuncia que van a haber intervenciones policiales y militares, cuando por la tarde ya se habían liberado todas las vías de acceso a Cajamarca. El sábado llegan 500 soldados más, y se realiza un inusual despliegue de policías y militares en el centro de la ciudad y en las vías de acceso.
Desde las primeras horas del domingo, día en que llegó la comitiva del Gobierno nacional, se ven en Cajamarca soldados y policías, algunos con las caras pintadas, otros con fusiles en alto, gritando por las calles, desfilando. Veías eso y decías “esto no va a ser un diálogo”. Sentías que ya había una ocupación, que querían imponer el Estado de emergencia. De hecho el diálogo no empieza con el saludo de Salomón Lerner a la gente, sino con una parada militar. Yo sé que le incomodó mucho… y si le incomodó fue porque otro estaba tomando las decisiones, no él.
-¿Cómo te sientes ahora? Imagino que traicionado no es la palabra.
- Yo creo que Humala no ofrecía las garantías que muchos creían que daba. Pero tampoco… Mira, yo no me siento desilusionado, pero sí te diré: no esperaba que desilusionara tanto a tantos en tan poco tiempo. Y que además lo hiciera tan brutamente. No solo en Cajamarca. También en el sur. Acá en Lima lo ves en los jóvenes y en sectores de la sociedad civil, quienes precisamente por no pertenecer a un partido creen más. Cuando estás en política partidaria ves desde dentro que los procesos son complicados y difíciles. Desde fuera, en cambio, tienes una idea algo romántica de la política, y tu desilusión y golpe son mayores.
Nos paramos y caminamos hacia la puerta. Comentamos las últimas noticias que tiene de Celendín, me cuenta su agenda del día, le digo para qué es la entrevista. “Avísame cuando la publiques” me dice. Hablamos de mi renuncia al Partido Socialista, me cuenta de la próxima inscripción de Tierra y Libertad. Pero más me habla de Cajamarca. A pesar de que lo conozco hace años, me sorprende su sencillez. Quizá sea una percepción mía, quizá sea que veo su casa familiar. Quizá sea que, luego de una hora de charla, nos queda una amarga sensación en la boca: la de estar frente a un gobierno prepotente y abusivo, distinto al que se proclamó. El disgusto frente al abuso nos hace a todos iguales. La lucha, finalmente, nos iguala a todos.
- Feliz Navidad, Marco –me despido.
- Feliz Navidad, Carlos – me dice Marco. Y cierra la puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario