29 mayo, 2012

Conga y el Apocalipsis

Por: David Roca Basadre
Colaborador para los Blogs MI MINA CORRUPTA y Celendin Libre, Semanario Hildebrandt en sus Trece.






El desarrollo de los países ricos – que nos venden como modelo – se debe a la publicidad más retorcida que obliga a comprar lo que no se necesita y hasta lo que no se quiere, a las tarjetas de crédito, y a la obsolescencia acelerada y programada de productos para renovar su necesidad, dice Serge Latouche, antieconomista y portavoz del decrecimiento en Europa. En suma, a estafas a escala milmillonaria.

A este modelo consumista y fabricado con esmero en los países ricos, se suman hoy los países del llamado BRICS – Brasil, Rusia, India, Corea del Sur, Sudáfrica – que no quieren renunciar a sus proyectos productivistas y consumistas, instalados en lo que llaman – sin pestañear – “progreso”.
Ninguno de estos países podría lograr sus objetivos de crecimiento con sus propios recursos, pues estos no serían suficientes. Requieren obligatoriamente del acaparamiento de tierras en otros países. El término acaparamiento de tierras ha sido definido por la FAO como la toma de tierras ajenas por otras naciones, lo que limita el concepto. En el Foro Social Mundial 2011 en Dakar, las organizaciones allí reunidas declararon que “la reciente ola de acaparamientos masivos de tierra en beneficio de intereses privados o de Estados terceros – ya sea por razones alimentarias, energéticas, mineras, ambientales, turísticas, especulativas o geopolíticas – abarca decenas de millones de hectáreas y viola los derechos humanos”, redefiniendo el concepto, de manera que tengamos claro que se trata de un proceso masivo e internacional de violación del derecho a vivir bien de muchos, para favorecer a unos pocos.

“A lo largo y ancho de África, América Latina y Asia, más y más tierras, ríos y acuíferos están siendo devorados por las actividades mineras”, dice un informe de la Fundación Gaia, que enfatiza lo referente a minería. La venta de harina de pescado para piscigranjas ajenas, el acaparamiento de Olmos por un solo propietario, las grandes compras de tierras por capitales chilenos en el sur y en la selva, destinados a abastecer al exterior, y otros similares, así sea por capitales “peruanos”, pueden fácilmente entrar en la categoría.

En suma, no habría la disputa en Conga ni tantos otros conflictos ambientales en nuestro país – y que se repiten en otros países de nuestro continente, de África, de Asia – si no hubiera ese crecimiento desmesurado en los países con mayor capacidad de consumo, por ello grandes productores de gases de efecto invernadero como sabemos.

No debemos olvidar que tampoco es nuevo el modelo exportador de insumos básicos: desde la conquista, y por razones diversas en los procesos de la economía de las metrópolis dominantes, somos eternos proveedores de esos insumos básicos, y tratamos de remedar estilos de vida ajenos renegando de los nuestros. Por lo que muchos – me incluyo – no dudan en llamar al proceso político económico actual, como de neocolonial.

Esto, sin embargo, adquiere hoy en día ribetes mucho más trágicos. El Club de Roma, que ya publicara en 1972 un profético informe denominado “Los límites del crecimiento”, acaba de dar a conocer un texto denominado: “2052: pronóstico global para los próximos cuarenta años”. Allí indica que hoy hay “dos veces más emisiones contaminantes que lo que los bosques y los mares pueden absorber”, y sus voceros diseñan escenarios futuros que ni la desgracia del holocausto del gran Pachacuti producido por la conquista en nuestro continente, podrá igualar en dimensiones: “El nivel del mar subirá medio metro y el hielo del ártico se derretirá en verano”, dicen. 

Afirman además que “en 2030, las emisiones de gases contaminantes habrán alcanzado su punto más alto y será muy tarde para evitar que la temperatura global supere la marca de los dos grados, el límite descrito como “aceptable” por quienes promueven la firma de un acuerdo internacional que sustituya al Protocolo de Kioto”. Ello porque, obviamente, “en el cálculo del Producto Interno Bruto se ha omitido el valor patrimonial de las aguas, la fertilidad de los suelos y la estabilidad del clima, entre otros factores”.

La lucha por evitar Conga y otros proyectos extractivistas que no sean indispensables para el abastecimiento de nuestras economías domesticas, es entonces parte de una lucha de todos los pueblos por la supervivencia. Nada menos.

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